UN FINAL SIN FINAL

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito. Muere lentamente quien evita una pasión. Muere lentamente quien destruye su amor propio.” Pablo Neruda

¿Cuántas formas posibles hay de interpretar la muerte? Aquí les presento dos: la muerte como un final inexorable que lleva a la desaparición total o la muerte como un final sin final, es decir como un continuo: vida, muerte, vida. 
¿Alguna vez observaron a aquellas personas que padecen la muerte en suaves cuotas? Me refiero a quienes, a partir de cierto ciclo vital, comienzan a advertir la llamada de un final inexorable que se va acrecentando con la expresión de dolores físicos o psico-corporales, enfermedades terminales o accidentes severos, entre otras opciones. Estas personas tienen un modo muy particular de vivir el camino hacia la muerte, uno que suele estar cooptado por el miedo ¿Cómo se manifiesta? Pues de un modo tormentoso. Por ejemplo, viven el síntoma de manera dramática y ante su mínima expresión, les brota el pánico, entonces, echan a correr hacia una guardia médica en busca de la pastilla y, al recibirla, se tranquilizan. Así, ante cada molestia van recordando que estar vivo, viva, exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar y, en algún lugar de su cuerpo, tienen temor a dejar que las cosas sucedan, porque, en lo profundo, están dominados por el control. La mayoría, se piensan como seres meramente físicos y, ante la voz del dolor caen en desolación. Este modo de habitarse conduce hacia un continuo que, poco a poco, va fijando la idea de un cuerpo susceptible de marchitarse que inexorablemente “desaparecerá” y no quedará nada de él. 
La concepción que se sustenta en el “final sin final” cree en la muerte como una realidad natural, que, a pesar de que el cuerpo como sistema orgánico, por momentos, amaine y sufra de cierto deterioro, la frescura, la vivacidad, puede estar intacta. Vivir con la idea de que el tiempo no es una amenaza sino la evolución hacia la sabiduría, donde todo va a ir hacia un crecimiento interno, donde el miedo a la muerte física se vuelve atemporal, constituye otro modo de explicar la muerte. Esta mirada da la posibilidad de experimentar cada situación de desestabilidad psico-física con más serenidad. Transitándolo así, comprenderemos que no podemos vivir para siempre pero sí vivir por siempre a través de lo que somos, hacemos y dejamos, aunque el cuerpo no continué materialmente. 
La muerte no es concebida por los japoneses como el fin de la vida, sino como el resultado del movimiento natural del universo. Éste unas veces toma, de manera espontánea, la forma de la vida o de la muerte. La vida es simplemente una fuerza que aparece y desaparece bajo distintas apariencias. La muerte es sólo la fusión con la potencia que surgirá de nuevo bajo una fuerza que se encarna en los seres. Es el renacimiento del legado de quien materialmente no está. La ardiente paciencia hacia la evolución física, emocional y espiritual hará que conquistemos una espléndida felicidad hasta el día que nos llame la muerte física, pero todo ese recorrido no desaparece queda latiendo de otra manera. En verdad nacemos y morimos muchas más veces de lo que imaginamos. Feliz vida…feliz muerte. Vamos hacia un final sin final. 

Por Alejandra Brener
Lic. en Ciencias de la Educación
Ter. corporal – Bioenergetista

alejandrabrener@gmail.com
Facebook Alejandra Brener Bioenergética
Instagram: @espacioatierra

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