Traición y perdón,dos caras de una moneda

En el silencio de la noche, cuando las sombras se alargan y los pensamientos se vuelven más profundos, es cuando el corazón siente el peso de las decepciones no dichas. Las traiciones, como cuchillos afilados, cortan los lazos que una vez nos unieron, dejando detrás solo el eco de lo que fue.
Las mentiras, como sogas de ahorque, nos envuelven hasta que la verdad se vuelve difusa, casi inalcanzable. Nos preguntamos cómo algo tan frágil como la confianza pudo sostener tanto de nosotros, cómo pudimos ser tan vulnerables.
Las malas acciones, ya sean las que nos hacen o las que presenciamos, son como piedras en un estanque tranquilo, perturbando la paz y creando ondas que se extienden mucho más allá de su punto de origen. El daño que causan no se limita a un momento; se propaga, afectando a los seres queridos y a los demás, a veces de maneras que ni siquiera podemos prever.
Y en medio de esta tormenta de emociones, nos encontramos a nosotros mismos, tratando de recoger los pedazos, de encontrar un sentido en el caos. Buscamos la fuerza para perdonar, no porque los demás lo merezcan, sino porque nosotros merecemos la paz. Porque al final del día, el amor y la bondad que elegimos conservar son los únicos antídotos contra el veneno de la traición.
El perdón es un viaje solitario, un sendero que serpentea a través de las colinas y valles de nuestra alma. No se mide en días ni en años, sino en la profundidad de las heridas que buscamos sanar. Perdonar es un acto de valentía, una decisión que tomamos no solo una vez, sino una y otra vez, cada día, cada momento.
Perdonar cuesta, porque requiere que dejemos a un lado el orgullo y el dolor, que miremos más allá de la traición y veamos la humanidad en aquellos que nos han herido. Es un precio alto, pero necesario para liberarnos de las cadenas del rencor que nos atan al pasado.
Y en este proceso, construimos una coraza, no para aislarnos, sino para protegernos. Una armadura forjada con la sabiduría de nuestras experiencias, con cada lección aprendida y cada lágrima derramada. Esta coraza nos permite enfrentar el mundo con una nueva resiliencia, con la comprensión de que aunque el perdón puede tardar, también trae consigo la promesa de un nuevo comienzo, una paz renovada.

Por Maria Raquel Bonifacino
Escritora, autora de “Amantes Seriales” y “Mukul, más allá del Secreto” entre otros, Coach de Inteligencia Emocional y Creativa, mariaraquelbonifacino.org

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