Épica y mística de la Argentinidad

La épica y la mística de la Argentinidad cabalgan y sobrevuelan nuestras tierras desde mucho antes de que exista la Argentina, y hasta el día de hoy siguen dando frutos en el colectivo. La historia argentina es una crónica de sucesos memorables, contrarrestada por otros sucesos memorables borrados de la historia, o mirados desde una nueva y contraria óptica. Esto arroja determinadas ideas, maneras, modos y modismos, tejiendo sueños, construyendo mitos y leyendas de la bravura sin igual, de la dignidad más humana y de la conciencia de la libertad individual sostenida en una comunidad de pertenencia.
Argentina nace con su nombre el 8 de octubre de 1860 bajo la presidencia de Santiago Derqui, como “República Argentina” siendo hasta ese entonces “Provincias Unidas del Río de La Plata. Pero ya había indicios muchas décadas y siglos atrás sobre la Argentina, Argentum, Argentaria y Argentea, etc. Entre 1550 y 1750 ya hay registros de estas denominaciones y el Himno Nacional anterior a la independencia por ser de 1813 nombra al “Gran Pueblo Argentino Salud” pero también “Las provincias Unidas del Sur”.
El Ser Argentino siempre brotará y germinará en estas tierras. Surgirá de la sangre derramada y las cenizas de los traidores en una nueva revelación, deconstruyéndose y reconstruyéndose tan rápidamente como cambian los gobiernos y las políticas. De Europa llegó la vieja humanidad escapando de la peste, la guerra y la miseria y detrás de ellos llegaron la peste, la guerra y la miseria. Aquí, estaba la semilla, de allá se trajo el abono; es hora de que germine la nueva Argentinidad, el Ser Argetum. Y esa será la revelación del Hombre Nuevo, será en Argentina. El Espíritu Argentino es sinónimo de Fraternidad y de Libertad en las diferencias y la diversidad, que forman una identidad de Pueblo y no de Masa.
El argentino, en el colectivo, va construyendo ideales para abrazar esa necesidad de la expansión y la andanza compartida. El Hombre Argento, como en el Martín Fierro y el sargento Cruz, pero también como en Don Quijote y Sancho Panza. La mística juega con ideales de literatura llenándose, de héroes, superhéroes, ídolos y chivos expiatorios. La evasión y la picardía nos diferencian del boludo o “del otro” que no es uno propio. “Este qué sabe?”. La raíz americana se mezcla con la raíz española y esa danza de amor/odio, de mezclas de sexo y de familias, de matrimonios y culturas, genera dos vertientes muy diversas.
Esta división o grieta de culturas vuelve a repetirse entre el hombre porteño de Buenos Aires y el hombre del interior, representado muy bien por Quinterno en “Isidoro Cañones” y “Patoruzú”. El colectivo argentino se formó sobre una idiosincrasia de defensa y competencia permanente. Defensa de mi libertad y de mi propio espacio más que del territorio; defensa de los derechos adquiridos y de las trampas institucionalizadas; siempre a la defensiva de lo propio, pero por grandes ideales y sueños, junto a delirios colectivos. Conciencia de unidad, pero también de competencia, contra el otro. “Si somos los más grandes del mundo!”
El otro, no es nada y lo es todo. Entre lo que es propio y lo que no es propio, se debate nuestra identidad, donde nada nos es ajeno. Conquistamos el Mundo, continuamente en nuestro sueño colectivo, mientras sufrimos la conquista permanente de nuestro territorio, de nuestra naturaleza, de nuestra historia y de nuestra identidad. Ideales fugases, estrategias increíbles para negarse a hacer lo que hay que hacer y lo que se nos obliga a hacer. En ambas polaridades nos revelamos como opositores, “no sé de qué se trata pero me opongo”
La épica y la mística se entretejen entre lo que se piensa y lo que se siente colectivamente, forjando una identidad ambivalente: muy confiados para alentarnos, pero muy desconfiados para organizarnos. Pero siempre dispuestos a superarnos, compitiendo contra el otro y contra nosotros mismos, para ser siempre mejores, soportando muchas veces el escarnio de los propios como si quisieran forjarnos en las brasas del dolor, nuestro orgullo de perder y fracasar estoicamente.
Inconscientemente, conquistamos el Mundo! Nunca el territorio, pero la argentinidad es un fenómeno cultural exportable. Abundan las pruebas en todos los campos de las artes, las ciencias y los deportes, en todas las disciplinas y oficios, con aportes invaluables a la humanidad en todos los campos y siendo ejemplo de libertades, humanismo economía y fraternidad y de todo lo contrario en su extremo, volviéndonos unos contra otros. Con muchos representantes de nuestra identidad alrededor de todo el globo, la argentinidad se diferencia por su propia identidad.
Como una especie de “Espíritu Argentino”, un espíritu ladino e indomable se hace épica de indios sobrevivientes, contrabandistas y humanistas. Con un mismo idioma dominante y una misma religión dominante, se forjó una cultura épica y mística que desborda a propios y a extranjeros. Quizá nuestra propia identidad sea también el propio obstáculo para poder organizar tanto potencial individual en una estrategia colectiva. Además de ser un facilitador, para llenar de emoción espontánea, con nuestra argentinidad, al mundo, mientras vemos como perdemos lo propio, por defender una épica y una mística con un gran sentido de Nación, pero no de País en defensa de nuestro territorio, que está siendo explotado y esquilmado, dañando nuestra verdadera esencia americana, que es ser uno con la Pachamama.

Por Ignacio Conde
iconde@fyn5.com

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