¿Cuidas tu corazón?

   El sistema cardiovascular está conformado por el corazón y una red de arterias, venas y capilares. El corazón cumple la función de bombear la sangre y distribuirla, a través de los vasos, a las distintas partes del cuerpo. Así, la sangre transporta oxígeno y nutrientes hacia las células y, al mismo tiempo, elimina los desechos. Las enfermedades cardiovasculares son aquellas que afectan tanto al corazón como a los vasos sanguíneos, pudiendo comprometer también al cerebro, a los miembros inferiores y a los riñones. En nuestro país, del total de mortalidad por enfermedades de tipo no transmisibles, un 40% corresponde a esta clase de patologías.

La causa de este tipo de enfermedades tiene dos orígenes: por un lado, la predisposición genética de cada persona, sobre la cual no tenemos posibilidad de actuar; por otro lado, los factores conocidos como “modificables”, sobre los cuales sí podemos intervenir y prevenir. A estos factores se los conoce con el nombre de “factores de riesgo”. Aquella persona que reúne mayor cantidad de factores tiene mayor probabilidad de padecer un evento cardiovascular.  Los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares son: niveles elevados de colesterol y triglicéridos en la sangre (dislipemia), presión arterial elevada, obesidad, diabetes, tabaquismo y sedentarismo.

Una alimentación inadecuada, rica en grasas no saludables y azúcares, conduce a un aumento de peso que trae aparejadas complicaciones en el control de la glucosa y la concentración de grasas en la sangre: las grasas se depositan en las arterias, obstruyendo el pasaje normal de la misma, lo cual obliga al corazón a esforzarse más para que la sangre circule por el cuerpo.

Es importante también recordar que el consumo excesivo de sal resulta nocivo para el control de la presión arterial, dado que con el tiempo las paredes de los vasos pierden su elasticidad, dificultando el flujo sanguíneo.

El cambio de hábitos no siempre resulta una tarea fácil. Cabe destacar que los beneficios de alimentarnos de forma adecuada son muchos, puesto que no sólo mejora nuestra salud, sino que constituye el pilar fundamental de la prevención.

Algunos alimentos, además de su capacidad nutritiva, pueden atenuar y disminuir el riesgo de estas enfermedades, para quienes los consumen. La receta para cuidar nuestro corazón se basa en el consumo de:

Fibra: Actúa disminuyendo la absorción de grasas y azúcares. Se encuentra principalmente en la cáscara de frutas, vegetales, frutas secas, semillas (chía, girasol, sésamo), legumbres y en cereales integrales.

Omegas 3, 6 y 9: Se trata de grasas saludables y cardioprotectoras, ya que reducen los niveles de colesterol y triglicéridos, protegiendo nuestras arterias. Podemos encontrarlos en frutas secas (almendras, nueces, castañas de cajú, avellanas), aceites vegetales (oliva, canola, maíz, girasol, chía) y aceite de pescado.

Reducir el consumo de sal: Podemos utilizar distintos tipos de condimentos (pimienta, pimentón, curry, cúrcuma, azafrán, ajo, comino, coriandro) y hierbas aromáticas (albahaca, tomillo, orégano, romero, laurel, etc.) para realzar el sabor de nuestras comidas. ¡Hay que probarlos! También, podemos utilizar sal reducida en sodio o sales dietéticas.

Frutos Rojos: Poseen un compuesto orgánico conocido como “Resveratol”, que cumple una función cardioprotectora, antiinflamatoria y antioxidante. Podemos hallarlo en arándanos, uvas y frambuesas, entre otros.

Pescados: Atún, arenque, caballa, salmón, entre otros. Aportan principalmente Omega 3.

Conocer cuáles son las funciones del corazón ayuda a entender la importancia de cuidarlo, y a ser más conscientes a la hora de decidir qué alimentos elegimos consumir a diario. La elección saludable en cada comida construye un hábito sano que influye notablemente en la calidad de vida.

Por Lic. Mariana Spengler
Equipo de Nutrición /New Garde

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